Amor Posmoderno
JULIETA Y ROMEO
Julieta y yo trabajamos en el edificio del corporativo de CocaCola en la calle de Rubén Darío en Polanco, ella en el área de publicidad y yo en el departamento de logística y mercadotecnia. Entramos al corporativo la misma semana, a ella la asignaron como ejecutiva de cuenta de la marca Fanta y a mí la relación con las embotelladoras. Desde la primera junta Julieta me hipnotizó por su forma de hablar, de mirar, por sus ojos verdes que expresaban una curiosa sensación de melancolía y por momentos un deseo por atrapar la realidad, me anonadaron sus pequeños labios carnosos de rojo carmín que hacían juego con sus largos cabellos rubio castaños, matizados por pequeñas mechas de tonos rojizos. He de decir que Julieta me tenía encantado, hice todo lo que era posible para atraerla, seducirla o hipnotizarla con requiebros de palabras o anécdotas hilarantes, melancólicas y hasta sensuales, ella nunca mostró un interés que fuera más allá del compañerismo o la amabilidad.
En el corporativo laboran ejecutivas que son muy hermosas y saboreables, tanto en un sentido físico como intelectual, pero para ser sincero, ellas se muestran con esa complacencia enternecedora y amable que solo se interrumpe cuando tienen un verdadero interés particular para con uno. Lo agradable es que en los pasillos, escaleras, elevadores o cubículos del corporativo muestran sus traseros entallados y sus cuerpos ardientes bajo cálidos pantalones sastre. Para ellas, su vestir y su comportarse, es una forma de defensa o una especie de carrera con obstáculos para con el macho que deseé lograr su atención. Son muy listas ya que después, cuando casi uno ha terminado la carrera con obstáculos, se voltean te miran y dicen que no les interesa o que ya tienen a alguien o, en el peor de los casos, solo te dicen que olvides tus intenciones ya que no les gustas. Uno en consecuencia permanece, después de la derrota, con una sensación de frustración y de ridículo y el espíritu abatido por un desgaste emocional y corporal. Julieta era una de esas chicas, las cuales solo gustan de subir su estima personal con cuentos fantásticos, aderezados de falacias, que hacen creer a los hombres en la posibilidad de compartir la intimidad en medio de exquisitas cenas compuestas de vino blanco, chapatas y de postre crema chantilli.
Yo me encontraba molesto por las negativas de Julieta, que aunadas a mi deseo por poseerla, afectaba en mi desempeño como alto ejecutivo de la firma. Sucedió que unos amigos del corporativo que también le traían ganas a Julieta, pero que trabajaban en otro departamento del edificio y solo se cruzaban esporádicamente con ella en el elevador, me propusieron que tomara unas vacaciones. Les dije que no, que eso solo aumentaría mi deseo por ella y el no verla sería un infierno mayor. Uno de ellos como en broma propuso que la violáramos, nos vimos las caras sorprendidos pero al final, ante nuestra calentura, aceptamos realizarlo. Tomé un mes y medio de vacaciones y tejimos el plan, este era muy sencillo, consistía en rentar un taxi por unas semanas, investigar a donde va Julieta a comer y luego simular un asalto.
El día del asalto me arropé de mezclilla, ya me había dejado crecer la barba y el cabello, me coloqué una cachucha y lentes.
Julieta hizo la parada, la observé cruzar frente al taxi, vestía unos pantalones negros muy ajustados, daba a lucir su cuerpo esbelto y un culo de proporciones armoniosas y firmes.
-Bien ¿a dónde te llevo? –le pregunté.
-A la condesa, a la calle de Nuevo León, al bar Capicúa.
El taxi avanzaba lento, lo detuve a una cuadra del capicúa como lo teníamos planeado, al instante dos hombres, se introdujeron en a la cabina, nos amenazaron con un puñal y un revolver y me ordenaron que siguiera adelante. Por el retrovisor vi de pie sobre la acera las caras desencajas de mis dos amigos que miraban atónitos como el taxi se iba alejando.
Los tipos se notaban nerviosos, se sentaron uno a cada lado de ella.
-Mira que rico biscocho tenemos aquí –dijo el hombre más viejo al tiempo que tocaba las piernas de Julieta con el arma.
Ella permanecía callada, ni siquiera los miraba, de reojo observé como el viejo manoseaba a Julieta, le separo sus piernas, le bajo el pantalón y las bragas e introdujo sus dedos en la vagina al tiempo que acariciaba su clítoris y ano. El hombre joven abrió la blusa de Julieta y quedaron a la vista unas tetas firmes y bien formadas que momentos después el tipo acariciaba y lamía. Nos obligaron a entrar a un motel, uno de ellos pagó mientras el otro nos apuntaba amenazante a con el revolver. A Julieta la amarraron en X sobre la cama y a mí me dejaron atado en una silla. Momentos después observe como la penetraban, como jugaban con su clítoris, ano y senos, la obligaban a abrir la boca para meter sus grandes vergas, salía uno y volvía el otro; la desamarraron y la colocaron en todas las posiciones reconocibles, desde el cuatro hasta el sesenta y nueve, pasaron por el misionero, invertido, de ladito, de perrito. No paraban de acariciarle el clítoris, meterle los dedos en el ano, boca y vagina. Ella después de tantas embestidas comenzó a ceder, ya no controlaba su cuerpo, las caricias, las posiciones y las penetraciones hacían su parte.
Yo todavía no tomaba conciencia bien a bien sobre el tiempo que había transcurrido pero los dos tipos continuaban la salvaje dominación, me encontré entonces sorprendido de mí mismo ya que no pude contener una erección, los dos esbirros al darse cuenta me desamarraron y me acercaron a Julieta, sin decir mas la penetre, la manoseé y unos orgasmos espectaculares inundaron de semen la vagina y boca de Julieta.
Los dos hombres se marcharon y se llevaron las llaves del taxi alquilado, ella estaba inconsciente, miré las manchas de semen sobre el cuerpo de Julieta, no podía desaprovechar esta nueva oportunidad así que le amarre una toalla sobre los ojos, por si se despertaba, y la volví a penetrar, a venirme, a gozarla.
Regreso por fin de vacaciones, me he afeitado, la veo en el elevador del corporativo, Julieta disimula bien lo ocurrido, al subir noto en ella una especie de turbación, palpo sin querer su culito, al saludarla me aprieto contra ella, Julieta voltea, esta sonriente y me besa en la mejilla, me pregunta cuando volvemos a hacer lo del taxi pero ahora con mis amigos.
3 comments:
Que onda Anando.
De pocamadre tu blog, fresco, digerible, chingón.
Un abrazo Paco
Anando:
Es sencillo, abre la página que dice plantilla, te va a aparecer el código html, dale Ctrl + F y te aparecerá una ventana de búsqueda, ponle buscar LINKS. Abajo de Links aparece un codigo como este
< li>< a href= " http://google.com">Google< /a>< / >
Copia
< li>< a href http://google.com">Google< /a>< / >
y reemplaza la dirección http://google.com por la que quieras y escribe (en lugar de Google) el nombre del link. Cualquier duda manda un correo
Y bastante posmo y porno tu amor....Besos blogerìsticos
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